El VASCO QUE NO TENIA ROSTRO

EL VASCO QUE NO TENÍA ROSTRO

       Iván Illarramendi Saizar, de 46 años fue un vasco asesinado por la milicia de Hamás durante el pogromo del pasado 7 de octubre que pasará ya a la historia de Israel como “el Sabbath negro”. 

      Fiel al espíritu aventurero y viajante de los vascos, Illarramendi salió de su Zarautz natal hace ya más de tres décadas para embarcarse en un proyecto también coherente con sus raíces, donde lo particular y lo universal se dan la mano y se plasma en el compromiso del
extranjero para con la tierra donde uno ha decidido pasar su existencia.
 Es lo que hizo este
anónimo personaje, olvidado y silenciado por el pensamiento político correcto, ese que ahora
nos obliga a callar cuando un compatriota ha sido asesinado de la forma más ignominiosa.
      Illarramendi no quiso vivir en Israel una vida al uso. Se enroló junto a su mujer, la chilena y
asesinada junto a él, Loren Garcovich en la conformación del Kibutz Kissufim de 300
habitantes, ubicado a dos kilómetros de la frontera de Gaza en esa particular empresa de
organización social y agrícola de carácter cooperativo.
      La economía de Kissufim se basaba en la ganadería lechera -tenía cerca de 400 vacas-, la avicultura, las plantaciones de cítricos y el huerto de aguacates que constituía la principal fuente de ingresos del kibutz. 
     BbEl kibutz también tenía una fábrica que producía monturas de plástico para gafas. Tras la guerra contra Hamás de 2014 la zona limítrofe con la franja vivió el retorno de muchas familias de jóvenes que quisieron instalarse en la zona.
La visión republicana que dio inicio a la civilización occidental, que tan bien conjuga con nuestra
tradición de la propiedad vasca, se basa en la idea de que la libertad está sellada a unas
condiciones mínimas de propiedad material que permitan a las personas vivir la vida como no- dominados. 
     Es natural que ese planteamiento maridase con la visión de la existencia del vasco
Illarramendi, basados en la justicia para todos y donde el dar remedio al excluido es causa
común. Ese era el proyecto de los kibutzim incendiados y asaltados en el Sabbath negro. 
       Ese era el proyecto del vasco Illarramendi en las áridas tierras del norte del desierto del Neguev.
        Es curioso comprobar el compartido aserto de “no soy antisemita, pero si antisionista”. ¿Puede algún nacionalista vasco compartir el engendro?
 ¿Puede un abertzale que aspire a unificación territorial de los herrialdes de nuestro país para diseñar un proyecto más justo que el que proporciona España, admitir la incongruencia sin que se resienta la ideología? ¿Son los
postulados del sionismo, que reivindica una organización jurídica y política para un pueblo, el judío, muy diferentes al proyecto que puso en funcionamiento Sabino Arana en la misma época que el periodista austriaco Theodor Herzl?
       Ese mismo comunitarismo inherente a un pueblo
que aspira a autogobernarse porque tiene conciencia de sí mismo es el que quiso liquidar el
imperialismo árabe del que nuestra querida izquierda abertzale es tan simpatizante. Esa conciencia comunitaria de los kibutzim es consustancial al proyecto sionista que se expresa en la historia en comunidades agrarias diseminadas a lo largo y ancho de Israel.
  
    El aciago día 7, día de la invasión, Illarramendi se wasapeó con un amigo hasta que le escribió que no podía ni moverse porque alguien había entrado en su casa. Si bien en un principio, las autoridades israelíes pensaron que habían sido secuestrados y conducidos a Gaza, esta misma
semana se confirmó el peor de los presagios
      Los restos calcinados encontrados en la casa incendiada, pertenecían a Illarramendi y su mujer. 
     La labor de identificación está siendo en
muchos casos realmente costosa y el país hebreo está empleando a arqueólogos para poder identificar cenizas.
    El matrimonio murió abrazado mientras eran quemados vivos en el interior de su vivienda.
     Tras la confirmación de la terrible noticia, el alcalde de Zarautz, Xabier Txurruka,
convocó a la Junta de Portavoces, en la cual aprobaron una declaración institucional en la que “condenaron con rotundidad el asesinato del ciudadano de padre zarauztarra y madre getariarra.”

Conocemos otros casos de vascos ligados a acontecimientos luctuosos producidos en el
extranjero. Ahí está el de Pablo Ibar, condenado a cadena perpetua, después que se anulara la condena a muerte por el asesinato de tres personas en Florida en 1994. 
      Ahí está también el caso del periodista Pablo González, encarcelado en 2022 en Polonia, acusado de espiar para
los rusos. Ambos casos sirven como ejemplo de cómo se han tratado noticias similares
relacionadas con hechos que han afectado a vascos en el extranjero. 
    En esos casos
conocemos el rostro de los protagonistas. 
    El mismo día de la noticia del asesinato de
Illarramendi, la Real Sociedad jugaba un partido fútbol de la Champions League en su estadio.
La parte radical de su afición -minoritaria-, como siempre vinculada a la izquierda abertzale, tuvo el cuajo de organizar una performance en el estadio, donde unos siniestros encapuchados portaban banderas palestinas, las mismas que portaban los que prendieron fuego a los cuerpos
de Illarramendi y su mujer. Arnaldo Otegi mostraba sus condolencias a sus allegados en su cuenta de twitter por la muerte del vasco al mismo tiempo que “pedía un alto el fuego para un alto el fuego y la negociación”.
   
¿Por qué no conocemos el rostro del vasco Illarramendi? Su particular y aventurero periplo
existencial podría haber sido glosado por nuestros medios de comunicación tan proclives a las
noticias donde se ponen en funcionamiento formas de vida opuestas al capitalismo. A Arnaldo
tampoco le interesa el tema. Ya decíamos que los kibutzim de la frontera eran la mayoría de
ellos, proyectos comunales, donde todo se producía, repartía y era decidido por la comunidad.
Se trataba de formas de vida que son posibles en comunidades pequeñas, donde existen unos
valores compartidos y asumidos libremente por sus integrantes. También estaba entre ellos la
apuesta por la convivencia con los palestinos de Gaza. Desgraciadamente, esas comunidades
hoy han desaparecido, solo quedan las cenizas de vivencias, recuerdos y proyectos
compartidos de vida en sociedad. La desaparición de estos proyectos comunales, exóticos y pintorescos en la sociedad digital de la información, no interesa hoy a los medios occidentales.
La escandalera creada por la izquierda revolucionaria mundial, y su filial autóctona, que
afecta a nuestros medios de comunicación nos ha querido sustraer esta muerte tan
cercana.
      Hay una cierta ironía en el hecho de que en un país como el nuestro, donde por
ejemplo ETA ha tenido relaciones históricas con la OLP y la izquierda abertzale no ha
dejado de dar el mantra a favor de los palestinos y en contra de Israel, uno de los
asesinados fuera un vasco euskaldun, al que algunos han querido quitarle humanidad
llamándole "colono" o diciendo que no era vasco porque marchó de aquí hacía tiempo.
Por eso he querido mostrar su identidad de vasco universal, aventurero, con vocación
por la libertad y que optó por un modelo social comunitario y cooperativo, como
correspondía a su idiosincrasia a la que fue fiel hasta la muerte.
    
En este rincón del mundo, hoy, rendimos homenaje a la víctima del ataque de los poderosos. El
imperialismo árabe, la organización cuyos dirigentes poseen mansiones en Damasco con griferías de oro, que proceden del dinero aportado por los occidentales de manera pueril e
irresponsable y expropiado a los palestinos que carecen de los servicios mínimos para su
existencia. Ya dijimos que la única condición de la izquierda revolucionaria europea heredera de Arafat para oponerse al capitalismo, es que sirva para producir y repartir dinero a los demás.
Cuando se trata del robo, el saqueo y quedárselo todo para uno mismo, no percibimos atisbo
de crítica por ninguna parte.

     Hoy, rendimos homenaje a Iván Illarramendi y Loren Garcovich, su querida mujer. Víctimas a
los que se les quiso robar el rostro. Desde aquí, nuestro respeto y admiración de quienes
realizaron una apuesta de vida pionera y de frontera, en el que compartir con el prójimo fue la
piedra de toque de su aventura existencial. Solamente porque era el único vasco, podía haber
tenido un eco mediático en nuestro pequeño país, que en otros casos menos terribles han
tenido otros protagonistas. 
      Es preciso que haya un rincón en Euskadi donde se redacten unas
líneas contra la injusticia y de homenaje a esta singular pareja, que vayan más allá de las frías
y políticamente correctas muestras de condena de la política oficial. Ese es el motivo que animó
a redactarlas. 
      Hoy, rendimos homenaje a las víctimas inocentes del odio y el fanatismo. Hoy
desde aquí, rendimos homenaje a un vasco al que quisieron robar el rostro. Ya podemos decir
que no lo han conseguido.

  Agur eta ohore Iván eta Loren !
 Egun handira arte Goian beude.

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